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Lucifer (del latín lux ‘luz’ y ferre ‘llevar’: ‘portador de luz’) es una forma poética de llamar al lucero,[1] haciendo referencia al brillo del planeta Venus al amanecer, además de dar nombre a varias figuras del folclore.[2]
Surgió en la antigüedad debido a la ausencia de mecanismos para distinguir a simple vista al planeta Venus de las estrellas, ya que está entre las más luminosas del cielo, pero a diferencia de las estrellas, deambula sin rumbo fijo sin nunca alcanzar la cúspide. Las tradiciones daban respuesta a los interrogantes; Venus era un cuerpo celeste compitiendo entre estrellas, o bien, una estrella expulsada.
Este concepto se mantuvo en la astrología de la antigua Roma en la noción de la stella matutina (el ‘lucero del alba’) contrapuesto a la stella vespertina o el véspere (el ‘lucero de la tarde’) o “véspero”.
En la tradición cristiana, Lucifer representa al ángel caído, ejemplo de belleza e inteligencia a quien la soberbia le hizo perder su posición en el cielo, transformándose en Satanás (Isaías 14). Esto se debe a la traducción de הֵילֵל בֶּן-שָׁחַר (Helel ben Shachar "el resplandeciente, hijo de la mañana" ) en Isaías 14:12. Para la versión griega Septuaginta fue Heōsphoros, hijo de la mañana, de manera similar, en la Vulgata fue, Lucifer, hijo de la mañana, en otros idiomas se usó Lucifer para «Helel», sin embargo, traducciones posteriores abandonaron Lucifer y se empezó a usar lucero,[3] por ejemplo, la Biblia de Jerusalén traduce "Lucero, hijo de la Aurora",[4] mientras la Reina-Valera traduce "oh lucero, hijo de la mañana".[5]